Reseña del libro álbum Imagina (Journey), de Aaron Becker, que expresa en una historia sin palabras el viaje hacia la imaginación que podemos emprender con tan sólo un lápiz rojo. Una pequeña niña, aburrida y frustrada ante la indiferencia de su familia hacia sus intenciones de juego, encuentra su propio espacio gracias a su lápiz rojo, con el que dibuja un portal que le permite ingresar a un nuevo mundo, mucho más interesante que su monótona realidad… pero también mucho más desafiante. Las aventuras que vivirá a lo largo del majestuoso viaje que emprende a través de sus diversos paisajes, sin embargo, no sólo la deleitarán o enseñarán sobre el peligro, sino que también le permitirán descubrir que nadie, ni siquiera una niña tan incomprendida como ella, está completamente sola cuando tiene a la Fantasía y la imaginación de su lado. Journey (Candlewick Press, 2013), primera obra infantil ilustrada de Aaron Becker, ha sido una pequeña gran revelación en cuanto a libros álbum publicados este año, obteniendo diversos premios en el área. Si bien la obra aún no es reeditada por editoriales hispanas por su reciente publicación [Ver nota al final de la entrada], eso poco podría importarnos a los lectores que solemos leer en español, pues se trata de un libro álbum sin palabras. Como corresponde a este tipo de literatura, son las ilustraciones las encargadas de contarnos la historia que yace oculta entre sus páginas, la que por supuesto es tremendamente imaginativa y plena de sentidos pictóricos y poéticos, sobre todo para su público objetivo, el infantil. Pero hasta este punto esta descripción valdría para casi todos los libros álbum, recurran o no al texto para complementar sus narrativas, tal y como lo comenté en su momento en mi crítica a Tot, de Dominique Schwarzhaupt. Sin embargo, y al igual que ésta última, Journey es una obra en la que vale la pena detenerse por narrar justamente desde la estética y el efecto que nos importa: la Fantasía. Podría ser sencillo limitar nuestra interpretación de la obra señalando que su premisa se trata tan sólo de una expresión del acto lúdico de todos los niños, al intentar crear una realidad distinta a la conocida, por diversión o (en esta obra en particular) por evasión, a modo de refugio de un contexto hostil e indiferente. Algunas lecturas algo más complejas podrían dedicarse a desglosar el componente metanarrativo de la obra, destacando que tanto nosotros como la niña terminamos emprendiendo un viaje a través aquel fabuloso mundo. Para el caso, sin embargo, aquí importa resaltar algo mucho más crucial: la niña protagonista es una pequeña (sub)creadora, y sin duda el mundo al que logra ingresar con la ayuda de sus trazos es un mundo secundario en toda regla, en la regla de la Fantasía más clásica, lleno de maravillas y riesgos, así como de consecuencias y, por supuesto, de enlaces que permiten regresar con una mirada distinta y esperanza de la realidad y sus posibilidades. Uno de los aspectos más llamativos que surge al empezar a leer esta obra con esta mirada, desde la Fantasía, es cuestionarse sobre la naturaleza de este mundo y la relación de la pequeña con él. ¿Es la niña quien ha logrado crearlo en detalle a partir de sus primeros trazos? ¿Lo habrá visitado antes, una y mil veces, en busca de una nueva aventura en cada oportunidad? ¿O simplemente habrá logrado llegar a él por un designio secreto de su lápiz, sin tener idea de lo que podría esperarle al otro lado? Estas preguntas no tienen más respuesta que las que el lector pretenda darles, lo que quizá no habría sucedido de haberse optado por una historia narrada a partes iguales por texto e imagen. Contando sólo con las ilustraciones, la narrativa parece abrirse a las propias palabras que desee pronunciar o escribirle el lector, como si cada minúsculo trazo de las páginas fuera a su vez un viaje nuevo y distinto por Journey como obra. Usual mente, cuando un trabajo similar a éste exhibe tanta libertad lectora e i nterpretativa, se suele caer justamente en la lectura o interpretación alegórica o metafórica, pues cada el emento podría significar un sinfín de aspectos para cada uno de nosotros. Lo notable es que Journey sí exhibe una narrativa más o menos lineal a pesar de estas características, lo que inmediatamente la vincula a la Fantasía tradicional, lejos de ciertos experimentos narrativos que en su afán por innovar terminan fragmentando y revolviendo innecesariamente una historia que todos amaríamos oír mientras nos la relatan palabra a palabra. Así, lo que finalmente nos llevará a otro mundo en Journey no serán los simbolismos que logremos atrapar al vuelo, sino la identificación con esta niña que recorre paisajes de ensueño y se enfrenta contra temibles rivales, aventuras que laten en el corazón de toda Fantasía entendida como viaje y experi encia de crecimiento. ¿Y cómo es que Journey se encarga de emprender esa travesía a través de sus coloridas páginas? Pues, principalmente, por medio de una soberbia puesta en escena de un imaginario de Fantasía que no sorprende por su originalidad —no lo pretende, en verdad—, si no por la sinceridad con la que recrea en sus trazos aquellos pasajes con los que muchos soñamos de niños y que seguimos disfrutando a pesar de haberlos visto mil y un veces en nuestras vidas. Los lápices de Becker alzan un mundo tremendamente variado, donde tienen cabida bosques, castillos, aeronaves y paisajes cercanos a lo oriental presente en los relatos de las Las mil y una noches, todos construidos con una paleta de colores distintiva que, en su conjunto, consiguen transmitir una sensación de vida que contrasta completamente con la monotonía de los tonos en sepia de la realidad donde vive la niña. Otro de los juegos cromáticos importantes recae en el lápiz rojo. Tal como una varita mágica, éste es un objeto de poder, tal vez el más importante de la historia, ya que encierra la facultad de crear. Si bien nunca podremos estar seguros sobre los orígenes del mundo al que va a dar la niña en este viaje, al menos sí queda claro que es a través de los trazos de este lápiz que ella consigue desplazarse por sus escenarios, adecuando su naturaleza a las necesidades de cada contexto. Ya sean barcos, alfombras mágicas o globos aerostáticos, el lápiz no sólo cumple así un rol creador, sino también de avance y movimiento para la protagonista, tanto para recorrer el mundo como para escapar de sus peligros, y hasta para ayudar a quienes lo necesiten. Significativo es, por cierto, que en las escenas en las que la pequeña es retratada creando el fondo de la página sea completamente blanco, destacando el trazo rojizo que poco a poco se convertirá en un nuevo vehículo de transporte. El análisis anterior permite comprender por qué esta obra puede ser tan interesante desde uno de los aspectos más destacados de la Fantasía en una de sus acepciones más sencillas: como viaje y descubrimiento de nuevos mundos. Sin embargo, se debe recordar que todo este recorrido partió ante la soledad de la niña. ¿Por qué no habría de quedarse entonces ella en esta región para siempre, si a lo largo de las páginas ha demostrado que puede valerse por sí misma? Es aquí en donde la Fantasía vuelve a alzar la voz para recordar que toda historia de Fantasía es la historia de una ida y una vuelta y que, de hecho, se viaja sólo para regresar. En el caso de la pequeña protagonista, todo comienza a ocurrir de manera repentina. De pronto, la niña descubre un pequeño pájaro que está cautivo. ¿Lo habrá visto antes en sus viajes? ¿Jugará a liberarlo cada vez o será esta su primera oportunidad de convertirse en su salvadora? Poco importa: la protagonista es testigo de cómo unos hombres armados lo capturan y decide liberarlo, aun cuando por ello se exponga a riesgos terribles. Lo que sucederá luego de su osadía es algo que sólo puede conocerse leyendo las ilustraciones que surgen en las páginas siguientes, pero que tiene que ver con un encuentro que a veces se imagina imposible, pero que siempre está destinado para quienes son distintos y comparten intereses... o lápices. Este encuentro es quizá lo más bello de esta obra, un evento tal vez hasta predecible, pero que logra sacar sinceras sonrisas de ternura al comprender, tan pronto surge, cómo será la vida de la niña de ahora en adelante. A modo de conclusión, se debe confesar que, como todo libro álbum de estas características, resulta difícil intentar poner en escrito, de manera crítica y a la vez convincente, qué es lo que hace que obras como éstas resulten tan hermosas en su simpleza. Porque Journey , a pesar del preciosismo con el que su autor ha trazado cada línea que compone cada entorno y cada parte de la figura de la niña y de los otros dos personajes protagónicos, es sin duda una obra sencilla, en el mejor de los sentidos. A diferencia de otros libros álbum famosos, que en ocasiones presentan tal cantidad de elementos que se pueden prestar para muchísimas constelaciones de interpretaciones, Journey se enfoca en contar una sola historia. Y es una historia que hemos leído miles de veces, en distintos formatos, con distintos protagonistas y alcances, pero siempre desde un mismo imaginario y una misma visión ante el tema en cuestión. Cuando estamos en un contexto dentro la Fantasía en que surgen los cuestionamientos respecto a si se ha alcanzado un límite o si se han contado ya todas las historias de todas las formas posibles, Journey , desde un ámbito bastante lejano al de la discusión, demuestra con elegancia que da igual: si la misma historia se cuenta con gracia, belleza y sinceridad, como si nunca antes se hubiera escrito algo semejante a pesar de rescatar lecturas pasadas, por ser simplemente una expresión personal del autor ante esta historia, eso es todo lo que importa. Porque, finalmente, Journey es un libro álbum de Fantasía para niños. Y los niños no están pensando en si la Fantasía está agotada como género (sic) o si los dragones existen o no, como nosotros, ellos simplemente quieren leer una buena historia, ojalá con ilustraciones bonitas y muy entretenida, en suma, una historia verdadera, de calidad; Journey lo es. Y para el resto, los adultos, su lectura puede ser una buena instancia para recordar, al menos por unos instantes, cómo nos sentíamos cuando leíamos historias de viajes increíbles en nuestra infancia, viviendo siempre una nueva aventura cada vez que nuestro corazón pasaba por las palabras o por las ilustraciones. Precisamente por eso, porque aquí no encontraremos nada nuevo, sino emociones —y mundos— que quizá hace mucho que no visitábamos, vale la pena leer Journey, entre otras cosas. Un viaje totalmente recomendable, ante el que se aconseja, eso sí, llevar un lápiz rojo como acompañante, por si acaso… * Esta entrada fue publicada originalmente en Fantasía Austral.
La reseña se realizó leyendo la edición original, titulada Journey, pues la obra no se publicó en una editorial hispana sino años después. Los comentarios están cerrados.
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AutoraPaula Rivera DonosoSi alguno de estos textos te es de utilidad, ¡recuerda citarme en tu bibliografía! También puedes hacer una donación en el botón de abajo. Muchas gracias~
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