Divagaciones en las que intenté reflexionar sobre una expresión de la Fantasía que me parecía tan ambigua como compleja: la urbana. El texto no concluye nada, pero tampoco pretendió hacerlo. Sí buscaba abrir la discusión hacia nuestras concepciones sobre este tipo de Fantasía, distinguiéndola de lo fantástico, estética con la que la veía peligrosamente traslapada. La fantasía urbana, junto a la fantasía épica y la fantasía oscura, era tal vez la expresión de la Fantasía que menos me motivaba. Si alguien me hubiera dicho que podría terminar escribiendo una entrada dedicada en exclusivo a ella en Fantasía Austral, habría respondido que seguramente eso sólo sería posible por decisiones del comité. La sorpresa es que no sólo terminé haciéndolo por voluntad propia, sino también a partir de algo tan engorroso como lo es el cuestionamiento de sus definiciones teóricas, llegando incluso a poner nuevamente a discusión lo que se entiende por el propio concepto de “Fantasía”. ¿Cómo es que terminé dándole cuerpo a una columna como ésta? Más bien, ¿qué fue lo que originó este impulso? Algo aparentemente intrascendente: una discusión personal —y paradójicamente virtual— que sostuve con Daniel Guajardo (que ahora publica bajo el seudónimo de Dan Guajars) a propósito de lo que se reconoce comúnmente como Fantasía Urbana, a propósito del lanzamiento de su compilación de cuentos En la sangre. ¿Pero qué fue exactamente lo que me movió a discutir con Guajardo? Pues la presentación y contextualización que hiciera de la fantasía urbana como concepto para promocionar su nuevo libro, pues al comenzar a leer los primeros cuentos había sentido que estos no tenían nada de Fantasía, al menos desde el punto de vista en que yo la entendía. A grandes rasgos, mientras él inicialmente presentaba En la sangre como un exponente de la fantasía urbana y entregaba algunos rasgos que lo demostraban, yo le expuse que desde mi punto de vista esta compilación no era de fantasía urbana, sino más bien una antología de cuentos fantásticos, entendiendo lo “fantástico” como inserción de un elemento sobrenatural en un entorno cotidiano, que no es lo mismo que “Fantasía”. ¿Qué es lo que podría hacer pensar a un lector que En la sangre es una antología de fantasía urbana? Precisamente algunas generalidades de ésta, que Guajardo apuntó oportunamente en la primera de una serie de entradas temáticas: [La Fantasía Urbana] es una sub categoría del sub género “Fantasía Contemporánea”, que es lo mismo decir “fantasía que transcurre (en la mayoría de los casos) en nuestra época”. La categoría “Fantasía Urbana” es, fundamentalmente, Fantasía. Pero aquel detalle que le caracteriza en particular y le separa del resto de las categorías bajo el manto de la Fantasía, es que la historia transcurre en un ambiente urbano. Una ciudad. Una urbe reconocible, ya sea por similitud con la propia o con alguna que podemos ver en TV o el cine. De hecho, estas características son muy similares en algunos puntos a las que la Línea Editorial de Fantasía Austral establece como guía, con la salvedad de que acá se incluye al Mundo Secundario y que no se establece como preferencia una ambientación en un entorno contemporáneo: Subgénero de la Fantasía que está ambientado en una ciudad situada en un Mundo Secundario, o en una ciudad del Mundo Primario donde se incluyen elementos sobrenaturales. Sus personajes tienden a sufrir problemas de auto-estima o tener pasados trágicos. ¿Por qué entonces mi experiencia y naturaleza como lectora me hizo sentir que estos relatos no eran de Fantasía en realidad? Por su imaginario y su estética. Para empezar, está un factor que tiene que ver con la definición en sí de la fantasía urbana y que no me bastaba. Al principio, mi certeza surgió sólo desde la intuición, y si bien suelo confiar en ella, consideré oportuno recurrir a la teoría para respaldarme. Por desgracia, di con un montón de páginas y blogs gringos que no hicieron más que confundirme, tanto por el hecho de que presentaran definiciones en ocasiones contradictorias como por la extraña situación de que ninguno de ellos parecía concordar con lo que yo esperaba, al menos en algunos puntos esenciales. Me encontré ante la frustrante y a la vez hilarante circunstancia de que el ámbito angloparlante parecía estar tan embrollado y extraviado respecto a la Fantasía, al menos en lo que a Urbana se refería, como nosotros. Hasta que me decidí a buscar la visión de personas que no fueran sólo entusiastas lectores o autores, sino alguien que se hubiera dedicado seriamente a estudiar la Fantasía en tanto manifestación literaria y estética. Di entonces con una interesante definición de Clute & Grant en su reconocida obra The Encyclopedia of Fantasy (que ocupamos como referencia teórica en Fantasía Austral también): Urban fantasy, a city is a place; urban fantasy is a mode. A city may be an icon or a geography; the UF recounts an experience. A city may be seen from afar, and is generally seen clear; the UF is told from within, and, from the perspective of characters acting our their roles, it may be difficult to determine the extent and nature of the surrounding reality. UFs are normally texts where fantasy and the mundane world interact intersect and interweave throughout a tale which is significantly about a real city. Haciendo un lado el hecho de que parecía por mucho la definición más seria y coherente de las que encontré, me di cuenta de que tampoco me sentía completamente cómoda con ella, ante todo porque sentía que una como ésta (mal que mal, la de un diccionario especializado) era insuficiente y demasiado general para algo tan poco acotado teóricamente como la fantasía urbana. Volveré más tarde con aquello que más me gustó y a la vez desconcertó de estas palabras; por ahora me centraré en los aspectos que me parecieron limitantes. Para empezar, ¿por qué restringir la Fantasía Urbana sólo a una ciudad real? Eso supondría que aquélla sólo podría manifestarse a través de la Baja Fantasía. ¿Por qué? ¿No se supone que, según los autores, es un modo y no un subgénero? Como modo, podría estar presente en todas las expresiones de la Fantasía. Ahora, no se puede soslayar el hecho de que se menciona un “normally”, pero… ¿Esto se debe a que existe una mayoría de obras en las que la fantasía urbana se expone de esa forma o que es lo que se espera en la comunidad lectora? ¿Cómo serían esas excepciones que no se mencionan? ¿O eran todos estos cuestionamientos estúpidos? Puede ser, me dije en un momento. Al menos, concluí, no se hacía hincapié en el contexto contemporáneo en esta oportunidad, que me parecía especialmente limitante aun cuando se atenuara en el discurso. Luego me dediqué a pensar en aquello que consideraba esencial de la fantasía urbana. Partí anotando que ésta no tendría por qué situarse siempre en una urbe contemporánea, ni siquiera del mundo primario. Su eje, de hecho, me parece la ciudad como un personaje más de la historia, incluso como su protagonista implícito. Así, no es que los personajes experimenten experiencias extrañas en su cotidianidad urbana, pues esto podría aplicarse a un sinfín de modalidades discursivas, estéticas literarias y subgéneros, sino más bien que su devenir cotidiano —incluyendo sus historias personales, conflictos y todo cuanto tenga que ver con su desarrollo en tanto personajes— esté imbricado con las características (fantásticas en su origen o por el transcurso de la narrativa) de esta urbe. En su momento, Guajardo mencionó que lo que distinguía a la fantasía urbana —y, por extensión, a su antología— del Romance Paranormal es que éste último tenía como móvil el tema amoroso entre sus protagonistas. Semejante alcance lo encontré en diversos sitios, incluyendo Wikipedia, pero no había logrado identificar qué era lo que realmente me molestaba de él, así que comencé a reflexionar al respecto. Por supuesto que “Romance Paranormal” me sonaba a libros de pretensiones exclusivamente comerciales como la saga Crepúsculo y sus infinitos y desvergonzados clones, historias que no me atraían en lo absoluto. El solo hecho de que un subgénero —o modo o lo que sea— de la Fantasía pudiese ser confundido teóricamente con una categoría como la anterior, me parecía sospechoso. Y una mañana me acordé entonces de unas palabras de alguien que algo sabía de bestsellers, Stephen King: “They’re really not about vampires and werewolves, they’re about how the love of a girl can turn a bad boy good.” Más allá de que considero que el solo hecho de incluir criaturas fantásticas no hace que una obra sea fantástica (lo que yo llamo “un dragón no hace la Fantasía”), me quedé pensando en esas palabras y su relación con mis reflexiones sobre este tema. Los vampiros y hombres lobo parecían totalmente gratuitos, casi a modo de alegoría. Y la historia de esa saga, por lo que insinuaba King, parecía poder llevarse a cabo sin importar el componente fantástico. Entonces el Romance Paranormal no puede ser Fantasía, concluí, porque sólo usa aspectos fantásticos como condimento, más o menos picante, para ensalzar una historia de amor que podría ocurrir perfectamente en nuestro vulgar mundo primario. Y si el Romance Paranormal no es Fantasía, ¿cómo podía ser posible que pudiese confundírselo con la Fantasía Urbana? Eso sólo podía significar que existía una concepción de ésta en donde efectivamente tuviese el rol de una Fantasía falsa, o bien, de otro acercamiento a lo especulativo. Volví sobre las palabras de Guajardo: “la fantasía urbana también cuenta con personajes que tienen habilidades especiales, paranormales, pero algo debe estar muy claro en la historia: el objetivo del protagonista NO es el interés romántico”. Mi atención se centró en esa palabra, horrorosa para mí, que se me repitió como un eco en mi mente de la misma forma a como cuando veo errores fatales de redacción u ortografía, o textos en Comic Sans: Paranormal. Paranormal. Paranormal... Y entonces comprendí: ¡Lo paranormal no es dominio de la Fantasía! Algunas de sus expresiones más comunes (manifestaciones angélicas o demoniacas, poderes como la adivinación o la telekinesis, fantasmas y espectros, etcétera) suelen, de hecho, aparecer en relatos fantásticos tradicionales. Incluso en Fantasía Austral se han publicado cuentos con algunos de estos elementos, en la categoría “Literatura Macabra”, perteneciente a la sección “Géneros Afines”. Pero en sí esto no es Fantasía. Las razones son bastante complejas, pero a estas alturas, creo estar en mejor pie que hace un tiempo para intentar explicarlo, gracias a conversaciones con personas muy queridas (y críticas; por esto también son queridas, claro). Aquí va: todos conocemos a alguien que ha tenido alguna experiencia sobrenatural, o nosotros mismos en ocasiones las hemos tenido. Experiencias que no nos podemos explicar, que a veces aun así asumimos como verídicas o que derechamente negamos y atribuimos a alucinaciones o sugestiones. Experiencias, en fin, que se escapan a la lógica racional. Lo fantástico tradicional se centraba ante todo en ese instante de incertidumbre entre la aceptación de lo sobrenatural o su desestimación al encontrarle causas racionales (pero infrecuentes). El punto es que, a pesar de esto, son experiencias que forman parte de nuestra realidad, que de por sí es rarísima y plagada de acontecimientos imposibles de explicar por los sentidos, la ciencia o cualquier área del conocimiento humano. La Fantasía, sin embargo, no forma parte de nuestra realidad. Porque es, esencialmente, creación. No necesitamos que nos la expliquen de forma alguna: simplemente es. Personalmente creo que no podría hablarse con propiedad de la naturalización de lo sobrenatural, porque en realidad la Fantasía tampoco es sobrenatural. Ni natural. Es Fantasía: creación de un mundo autónomo con reglas coherentes válidas sólo para ese universo y plenamente comprensibles. En el caso de la Fantasía en la literatura, la construcción de mundos se presenta a través del lenguaje, de modo que el estilo literario cobra una relevancia crucial, como bien mencionaba Ursula K. Le Guin en su ensayo “From Elfland to Poughkeepsie”. La Fantasía es, también, una historia eucatastrófica que trasciende toda contingencia y que, en última instancia, apela directamente a una humanidad descarnada. Lo anterior no implica, sin embargo, que el efecto pueda replicarse en un entorno cotidiano similar al del mundo primario; no hay otra expresión literaria, a mi juicio, que pueda llegar a esto como la Fantasía. A mí me gusta mucho hacer el siguiente ejercicio: si tu historia puede “traspasarse” a un contexto cotidiano y su esencia narrativa se mantiene sin problemas, tu historia no es de Fantasía, sino que está usando la Fantasía como un decorado irrelevante. Es, de hecho, lo que hace Le Guin en su ensayo para demostrar la importancia de un estilo particular de la Fantasía que lo aleje del estilo de la narrativa realista. Ese ejemplo, de paso, es una maravillosa ridiculización a aquellos autores contemporáneos (en su mayoría, autodefinidos como escritores de fantasía épica) que creen que para lograr una mejor obra deben sonar “adultos”, metiendo una pizca de política por aquí y una pizca de sexo por allá. No sé si estas palabras puedan haber despejado algunas dudas. Creo que todo este lío conceptual se debe en buena parte a una carencia de términos diferenciados en la tradición literaria hispana. Los angloparlantes pueden distinguir —o debieran estar en mejores condiciones que nosotros para hacerlo— el phantastique (lo fantástico) del fantasy (Fantasía. De hecho, en Argentina se le denomina por el término inglés). Muchos lectores son enemigos de las categorías de este tipo, considerándolas con justa razón como rótulos confusos cuando erran su propósito original (identificar un imaginario y una estética). El problema es que si yo digo en Chile que leo y escribo “literatura fantástica”, estoy segura que hasta naves espaciales me echarían encima. Y mi imaginario y mi estética son otros, por razones que no tienen nada que ver con calidad, sino con afinidades tremendamente personales. Creo que respecto al concepto de “fantasía urbana” ha ocurrido un fenómeno distinto: el término es uno solo, pero existen tantas y tan distintas acepciones que en realidad todos parecemos hablando de una fantasía urbana distinta. ¿Viva la diversidad? Como lectora, sostengo que no. Si yo me compro una obra que se me presenta como de Fantasía Urbana, inconscientemente espero que su estética se corresponda con lo que yo espero. Aquí —y en mí— el término opera más allá de una categoría comercial: delimita un imaginario. Hace tres años, antes del nacimiento de Fantasía Austral, me vi enfrentada a una situación prácticamente idéntica, pero mucho más grave. Yo hablaba de “literatura fantástica” y veía que nadie compartía imaginario conmigo. Tenía que recitar nombres de dragones y hadas y Mundos Secundarios para que la gente entendiera de una vez que no hablaba de lo fantástico cortazariano o borgiano, ni menos de la mazamorra sin pies ni cabeza de los libros especulativos de moda que se vendían como "fantasía chilena". No quisiera que me sucediera lo mismo con la fantasía urbana. Y ahora vuelvo sobre aquellos aspectos de la definición de Clute & Grant que tan maravillosamente me perturbaron: que ésta sea un modo y no un subgénero puede abrir y cerrar caminos. Cerrarlos, porque si entonces es algo que puede estar presente en todo tipo de expresión de la Fantasía, pareciese que hubiera un retroceso al momento de situarte en un imaginario: la fantasía urbana puede estar en cualquier cosa. Quizá incluso en aquello que no es Fantasía, aun cuando sea sólo porque las emociones y reflexiones que me origine alguna obra, por muy genial que sea, no se parezcan en nada a las que me han provocado las obras de Tolkien, Lewis, Ende y la propia Le Guin. Pero también pueden abrirse caminos. Tomaré como ejemplo una narrativa no literaria, hasta entonces mi único referente sólido hacia lo que yo a grandes rasgos concebía como cercano a la Fantasía Urbana: los tres videojuegos que componen la saga Mother. Eran cercanos a esta estética para mí porque las historias se desarrollaban en un entorno urbano (contemporáneo), había múltiples referencias arquetípicas presentes también en cierta Fantasía y sus personajes tenían poderes que iban desde lo derechamente paranormal a la magia. Según lo que he analizado acá, creo que ninguno de los títulos de Mother podría ser realmente de Fantasía Urbana… De hecho, ¡hasta elementos de Ciencia Ficción tienen! ¿¡Cómo es posible…!? Sin embargo, hay algo más que mencionar: al momento de jugar y concluir los dos últimos, lo que sentí fue una experiencia muy similar a las de las mejores y más memorables historias de Fantasía que he leído. ¿Cómo? ¿Por qué? Porque el espíritu (a falta de un término más específico y menos cursi) es el mismo. Cuando yo pienso en los grandes autores que cité líneas atrás, no voy descomponiéndolos en subgéneros: los leo como autores de Fantasía y se acabó, porque ellos, en su maravilla, trascienden toda categoría. Esa es la razón de por qué leo a Brabdury como un autor de Fantasía antes que de Ciencia Ficción, cohetes y espacio aparte: mi experiencia como lectora de él es idéntica a la de estos otros escritores. En todos ellos hay eucatástrofe, y hay eucatástrofe también en Mother (sobre todo en la tercera entrega). Ni lo fantástico ni lo paranormal tienen eucatástrofe, hasta donde he leído, pues ambos parecen estar mucho más orientados a generar reflexiones y cuestionamientos centrados en lo intelectual, sentimental y perceptivo (y hormonal también, si se quiere, en el caso del Romance Paranormal). ¿Y entonces? No tengo respuestas fijas. El tema me pilló tan de sorpresa que esta columna me importa mucho más como texto de pensamiento crítico en desarrollo que como una exposición de "verdades" acerca del tema. Pero debo concluir de alguna forma, al menos para fines de coherencia textual. Lo haré así: personalmente creo que una delimitación detallada, conceptual y teórica de los subgéneros asociados a la Fantasía sólo puede obviarse cuando la obra en cuestión explota en eucatástrofe y su historia se nos inscribe en la memoria, pudiendo volver siempre a ella a pesar de los años y las diversas experiencias que vamos viviendo. Si la Fantasía Urbana efectivamente fuera una categoría y no un modo, que se emplee el término para las obras que lo merezcan, vale decir, que intenten rozar la eucatástrofe, como toda verdadera historia de Fantasía. Si la fantasía urbana efectivamente fuera un modo y no una categoría, que lleguemos a la eucatástrofe a través de la ciudad, en la ciudad, por la ciudad. * Este texto fue publicado originalmente en 2013 en Fantasía Austral. Los comentarios están cerrados.
|
AutoraPaula Rivera DonosoSi alguno de estos textos te es de utilidad, ¡recuerda citarme en tu bibliografía! También puedes hacer una donación en el botón de abajo. Muchas gracias~
Artículos sobre FantasíaEsta es una selección de artículos que he escrito sobre Fantasía. Son de tres tipos: reseñas, columnas y conceptos. Para textos académicos, consultar aquí. ContenidosÍndice de artículos aquí. CategoríasArchivos202220162015 |