Reseña de la novela gráfica Talismán, de François Debois y Montse Martín, en donde se desarrolla una historia sobre las consecuencias de las decisiones de una juventud vivida adentrándose en el reino de la maravilla. Tara es una jovencita corriente que se pasa los días compartiendo con Tom y sobreviviendo a los típicos problemas escolares, entre los cuales se cuenta la envidia que Mathilde siente por ella a causa de la atracción correspondida entre ambos amigos. Tal vez lo único fuera de lo común en la vida de Tara es que Edwin McGillard, su padre, es un famoso autor de best-sellers de Fantasía que ahora se encuentra en una crisis creativa. Cuando por fin Edwin consigue terminar su manuscrito, las cosas parecen volver a su curso normal para la familia McGillard, lo que cambia repentinamente cuando el escritor entra en coma y Tara encuentra entre sus viejas pertenencias una capa que no sólo parece capaz de conceder cualquier deseo, sino también de entregar la llave hacia un pasado secreto que alguna vez compartieron sus padres, la loca del pueblo, el padre de Tom y el de Mathilde. Talismán (Editores de Tebeos, 2012), escrita por François Debois e ilustrada por Montse Martín, es una historia de origen francés que originalmente se publicó en formato de cómic de tres tomos, para posteriormente ser compilada en su versión española a través de un tomo único, conservando la división original y transformándola en una suerte de separación en tres actos. Como casi toda obra gráfica, es casi imposible empezar hablando de ella sin aludir a su estética, que en este caso es sumamente agradable, recordando la de otros trabajos ilustrados de Fantasía juvenil como W.I.T.C.H, de los italianos Elisabetta Gnome (Fairy Oak), Alessandro Barbucci y Barbara Canepa. Al mismo tiempo, y a pesar de que el público objetivo de la obra son niñas preadolescentes, el estilo resulta tan ameno y lejano a restringidas categorizaciones de género que puede ser fácilmente apreciado y disfrutado por lectores de todo tipo, sin importar edad o sexo. En Talismán, por ejemplo, hay jóvenes guapos y dulces con las mujeres, desde luego, pero en la medida en que nuestra propia realidad también los hay, sin que por ello no puedan existir otros de características completamente distintas o derechamente opuestas. Por otra parte, el diseño de escenarios —tanto el del mundo primario como el del secundario— cuenta con un excelente nivel de detalle, siendo además muy coloridos. Sin duda, este es un trabajo que entra fácilmente por los ojos, un requisito indispensable para toda obra gráfica y sobre todo para aquellas con destinatarios infantiles y juveniles, pero no menos cierto es que la historia ha de tener una importancia similar a las ilustraciones. En ese sentido, Talismán expone una interesante propuesta narrativa que se sostiene en las consecuencias de usar por interés propio un poder más allá de lo humano, un tema que se vuelve aún más llamativo al verlo desarrollado en una historia aparentemente infantil. Lo de “aparentemente” se menciona a propósito del peculiar enfoque de la obra, que no se centra tanto en las peripecias de Tara y Tom como en las que sus padres y sus amigos compartieron cuando eran jóvenes. En realidad, Tara y Tom cumplen buena parte del tiempo la función de espectadores pasivos del pasado, en busca de las claves que esconde la enfermedad de McGillard. Esta estructura, aunque desafiante, hace que surja una pregunta: ¿quiénes son los verdaderos protagonistas de Talismán? ¿Tara y Tom? ¿O Edwin McGillard y sus amigos? Sin duda aquéllos logran tener un rol más activo a medida que transcurren los hechos, pero permanece la sensación de que aquí hay dos historias y que precisamente la que debiera haberse leído como subordinada es mucho más consistente que la otra, la principal. Ahora bien, esto también podría tener un efecto positivo en el lector (pre)adolescente, ya que le permite acceder con naturalidad a la juventud de quienes ahora son gente madura, recordándoles o demostrándoles que, pese a las brechas generacionales y otras distancias similares, muchas veces los padres o adultos en general han pasado por los mismos conflictos que ellos y que esas experiencias siguen siendo relevantes con el paso de los años. Asimismo, que suelen ser justamente estas experiencias pasadas las grandes responsables de determinadas conductas o decisiones en el presente. De esta forma, Talismán no sólo desarrollaría la temática de la consecuencia y responsabilidad desde la Fantasía, sino desde la propia vivencia humana a secas. Por lo mismo, es lamentable que este grupo de amigos del pasado tienda a encasillarse tanto en estereotipos. Además, si bien hay desarrollo de personajes, éste no es homogéneo en todos, enfocándose sobre todo en McGillard y Arnaud, quienes no tardan en convertirse en rivales por amor. El énfasis en el triángulo amoroso que se forma entre estos y la futura madre de Tara logra concitar interés porque, aunque se sabe ya quién será el vencedor, se desconoce la forma en la que se logró la victoria. El problema es que los otros dos personajes (Henry y Nola) ven muy descuidado su tratamiento narrativo, sobre todo ésta última, que prácticamente carece de importancia a lo largo de la historia y que sólo logra redimirse en un desenlace tan bello que termina despertando frustración al pensar en lo mucho que podría haberse aprovechado como personaje. En relación con lo anterior, no se puede dejar tampoco de mencionar la tendencia a los roles maniqueístas en los rivales mencionados anteriormente. Aunque se insinúan los motivos pasionales de uno de ellos, nunca termina por quedar del todo claro hasta qué punto estos son el verdadero motivo de su “maldad”; así como se narra, da más bien la impresión de ser una negatividad casi gratuita, como un capricho adolescente no superado en la adultez. Ahora bien, es justo reconocer asimismo que quien ocuparía el rol de “bueno” (McGillard) tampoco sale exento, y no sólo por la enfermedad que lo aqueja desde el inicio de Talismán, sino también porque la propia obra demuestra que él, como ser humano, es susceptible de caer igualmente en las traiciones e insinceridad propias de nuestra raza… sobre todo ante otras, de esencia mágica. Y es aquí en donde podemos comenzar a recordar que Talismán es, ante todo, una historia de Fantasía. Lo primero a mencionar, por ser uno de los factores más evidentes junto al obvio empleo de conceptos y objetos propios de lo sobrenatural (los propios talismanes, de hecho), es el juego metaliterario en el que se entrecruzan líneas argumentales de cuentos populares y de hadas, sobre todo el de Caperucita Roja de Perrault. Es una lástima que este aspecto esté más desarrollado desde un punto de vista visual que narrativo propiamente tal, pues la referencia se interpreta más como guiño que como un elemento realmente enriquecedor de la historia. Aun así, se agradece bastante su inclusión, demostrando que no porque el público lector objetivo sea de menor edad no se lo puede desafiar con sublecturas como éstas. Sin embargo, siempre respecto a la Fantasía, existe otro aspecto mucho más llamativo en Talismán, que ya ha sido anunciado al principio de este texto: el mundo secundario y la magia de esta historia no están elaboradas de manera forzada o derechamente ridícula, como podría esperarse a partir de la tendencia de tantas otras obras juveniles fantásticas orientadas a niñas y preadolescentes. Aquí no existen reglas demasiado complicadas ni reflexiones filosóficas o existencialistas, claro, pero eso no quiere decir que se trate de una construcción simplista del universo fantástico al que acceden los protagonistas de la obra. En realidad, el conflicto principal de Talismán se basa en una de las reglas más cruciales para la (buena) Fantasía, como lo es la responsabilidad de los propios actos —sobre todo si afectan otros mundos— y la entereza para asumir consecuencias con el propósito de redimirse, sea de la forma en que sea que se entienda esto último. Las “lecciones” que se terminan aprendiendo finalmente de estas experiencias, de este modo, están lejos de la moralina sólo porque sí, relacionándose mucho más con la sensatez de comprender cómo cada una de nuestras decisiones en la vida tiene su propio peso y actuar conforme a ello, ya sea para “bien” o para “mal”, pero siempre pagando un precio a cambio, uno que puede de paso afectar a nuestros seres queridos. Que la obra además se centre en la redención y condena de los personajes adultos consigue provocar un curioso efecto: ¡aquí son los grandes lo que más tienen que aprender! (Como siempre). Lo anterior hace de Talismán una narrativa gráfica muy amena de leer, que además se atreve a explorar temáticas que usualmente se (mal)asocian más a una Fantasía “adulta” que a la juvenil o infantil, logrando interesantes efectos estéticos para buena parte de lo que dura su historia. Esto implica que, a pesar de que algunos personajes presenten fisuras importantes en su construcción ficcional y que haya infinidad de aspectos menos aprovechados de lo deseable, la lectura no se haga enfadosa ni limitada, tanto para lectores adultos como para niños y adolescentes de ambos sexos. En pocas palabras, Talismán podría haber resultado una historia descollante, pero la verdad es que así como está narrada satisface plenamente inquietudes lectoras tan urgentes como la diversión, sin que por ello se sacrifique la esencia desde la que está escrita: la Fantasía. A la espera de obras chilenas que puedan siquiera rozar un nivel semejante en este género, ésta es una gran opción para niños y jóvenes interesados en la Fantasía que no se han animado aún a leer narrativa fantástica extensa. * Entrada publicada originalmente en Fantasía Austral.
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